Limites y autoridad
Charla impartida por Celeste Reyna y Ana Boschan en la » escola Fluvia y distintas escuelas de Menorca.
Los límites en la familia ¿son necesarios?
El tema por el cual estamos convocados a dialogar esta tarde tiene que ver con los limites. Como disparador , les ofrezco una imagen , con la que podemos encontrarnos en la vida cotidiana , que pone en escena una serie de preguntas acerca de los limites.
¿Es un niño imposible de limitar? ¿Los límites remiten a la imposibilidad del niño o de los padres? ¿Qué pasa cuando un niño hace todo lo que quiere?
Estos cuestionamientos son algunos de los que se nos plantean cada vez que intentamos poner, mantener y ser consecuentes con los límites.
Existen multiplicidad de interrogantes acerca del problema que la puesta de límites ocasiona en los intercambios cotidianos entre padres e hijos.
Por ello pensamos que este espacio es una posibilidad para intercambiar, discutir y reflexionar sobre el significado de los límites y la importancia que su buen establecimiento tiene en el desarrollo de los niños.
A su vez creo que aceptar las propias limitaciones como padres conducirá a construir o crear, a partir de los errores y de las reflexiones que ellos provocan, nuevos instrumentos de acción.
Ser padre implica ejercer la autoridad , lo que es muy diferente a autoritarismo, pero pareciera que esta diferencia no siempre se reconoce y por temor a caer en el despotismo hoy nos encontramos con un vacío de autoridad.
Todos son iguales, no hay jerarquías , el lugar de los padres ha quedado vacante y los hijos en muchos casos están huérfanos, con toda la desprotección que esto significa . Porque la autoridad no sólo limita, también protege . Esa es la función de ley, que los padres deberían impartir . Los límites contienen, dan seguridad, y funcionan de guía. Son como la rivera de un río que le da forma a su recorrido, sin ellos se formaría un charco.
Pensemos en un arbitro de futbol. Está en el campo de football para que pueda desarrollarse el partido y proteger a los jugadores. Sin él el partido sería caótico, y probablemente los jugadores saldrían lastimados .
Y las leyes no se negocian, se ponen. No hay discusión . Cuando alguien pasa un semáforo en rojo, está en infracción. No se pasa más o menos, ni lentamente, cuando está en rojo hay que frenar, sino hay penalización.
Muchos padres , temerosos de cumplir su rol, discuten con sus hijos las normas de convivencia que ellos pretenden poner. Tras la “charla” esconden sus dudas y buscan la autorización de los hijos , subvirtiendo los roles y las jerarquías .
Está bien que el padre o la madre aclare el por qué de determinada regla, pero no es necesaria la aprobación o la comprensión del otro para que entre en vigencia. Si el joven, niño,niña entiende, o no, porqué debe colaborar, no es excusa para que no lo haga. Sería bueno que lo comprenda, pero esto no es lo mismo que acordar. Los hij@s pueden entender las razones de los padres y no estar de acuerdo, y sin embargo deberán cumplir la regla. En relación a las tecnologías por ejemplo . Es imposible que ellos tomen consciencia de lo nocivo que puede resultarles a nivel psiquico y mental pasar horas y horas enganchados a la tecnología. Es la realidad con la que crecieron y no conocen otra. Todos los compañeros lo hacen y para ellos es lo “ natural” . Como para vosotros lo es ( espero) lavarse los dientes cada noche. Son los padres los “ freakis” anticuados que creen que eso puede hacerles daño. Pretender la comprensión o la autorregulación de ellos es escoger un camino que además de fracasar en la mayoría de los casos , termina resultado engorroso y complejo.
Los niños tienen gran necesidad de saber dónde se hallan los límites de sus acciones y quien tiene la función de hacérselo cumplir. Un ejemplo de un teórico del movimiento de la educación progresista nos permitirá mostrar cómo funciona esto:
Este teórico decidió echar abajo la cerca metálica que rodeaba al patio de un jardín de la infancia pensando que los niños sentirían mayor libertad de movimientos si no estaban rodeados por esa barrera visible. Sin embargo, cuando quitó la cerca, los niños y las niñas se agruparon en el centro del patio de recreo. No sólo no se alejaban de allí, sino que ni siquiera se atrevían a acercarse al límite del terreno. Se ve con claridad que los límites definidos nos hacen sentir seguros a todos.
Ésa es la razón por la cual un niño empuja a su padre o su madre a veces hasta la exasperación. Está poniendo a prueba la firmeza de ese padre o esa madre, y explorando los límites de su mundo.
Los Límites son portadores de un mensaje de cuidado hacia el niño; cuando limitamos las acciones de los infantes les estamos transmitiendo un mensaje. Los mensajes irán cambiando de acuerdo a la etapa evolutiva que el niño esté atravesando.
A toda edad los niños piden que alguien los limite … limitarlo no significa castigarlo, no es lo mismo un límite que un castigo, limitar pues implica darle contención a algo que el niño no puede resolver solo.
Se podría pensar en un envoltorio que protege y da sentido al mundo del niño …
Veamos como se produce esto …
El nacimiento mismo es el primer límite que se le impone al infante. Al romperse el cordón umbilical, el bebé renuncia al estado de fusión con la madre y penetra en el mundo. La placenta, envoltorio que le servía de contención al bebé pierde su significado, ahora será la relación con la madre la que le dará sentido al niño, la que lo contenerá.
La aceptación de los límites se remonta entonces a los primeros meses de vida del niño. En la relación madre-hijo, vínculo primordial, se muestra cómo el bebé tendrá que ir adaptándose a las limitaciones que la realidad le impone.
Una de las vías más importantes por las que el niño es introducido en la relación con la madre es la vía del alimento.
La lactancia o el biberón no representan tan sólo la satisfacción de una necesidad alimenticia, se trata más bien de un momento de contacto corporal y de comunicación en donde el bebé es también un ser de deseos. Es la madre o quien cumpla dicha función quien interpreta los deseos del bebé y quien satisface sus demandas.
Para algunas madres es muy doloroso el destete debido a que es la primera separación que se produce, allí es donde se pone de manifiesto que el hijo no es parte de esta madre sino un pequeño ser individual. Existe un límite entre el cuerpo del hijo y el cuerpo de la madre … Para que el niño se reconozca separado la madre, ésta debe propiciarlo.
¿Cómo?
Una madre suficientemente buena se adaptará a las necesidades del bebé y luego irá disminuyendo esta adaptación de acuerdo a la capacidad que tenga su bebé de tolerar la frustración. Primero la madre le ofrece una ilusión: se adapta totalmente a los requerimientos de su hijo, crea la ilusión en el niño de que sus necesidades serán siempre satisfechas, luego paulatinamente tendrá la tarea de desilusionar. La desilusión frente al retiro materno posibilita el comienzo de una actividad mental.
Resulta entonces necesario que el bebe transite por este momento de desilusión, en el cual sus demandas no se satisfacen de manera absoluta porque es ahí cuando comenzará a diferenciarse de la madre. Esta diferenciación tiene implicancias importantes para el desarrollo emocional y cognitivo del niño porque al discriminarse de ella logra pensarla, y esto supone el comienzo de la actividad mental.
La aceptación del alejamiento de la madre por parte del niño lleva aparejada una dosis de frustración. Su ausencia permitirá que el niño pueda anticipar que la madre vendrá y entonces se hace posible la espera.
Pero si la madre está siempre disponible para el niño en forma incondicional, si el niño nunca ha experimentado una espera razonable en la satisfacción de sus necesidades, el bebé tendrá dificultades en su adaptación al mundo.
Esto es importante en lo que a límites respecta. Muchos padres se sienten culpables por no satisfacer totalmente las demandas de los niños. Sin embargo, este hecho resulta necesario ya que cuando el niño aprende a tolerar las frustraciones logra una mejor percepción de la realidad.
El niño encuentra placer cuando logra satisfacer sus deseos. Sin embargo, el hecho de obtener una satisfacción depende de las condiciones impuestas por el mundo exterior. En este sentido por más que una madre intente garantizar la satisfacción absoluta e inmediata de los deseos del niño, no será posible lograrlo.
La aceptación de un límite supone cierta capacidad para tolerar la frustración lo que significa postergar el deseo o desplazarlo para buscar una satisfacción socialmente aceptada, permitida
Cada vez que se le plantea al niño un límite, cuando se le impide realizar una acción o bien se le muestra desagrado frente a una conducta manifiesta, se le está pidiendo que posponga su deseo y que en cierta manera tolere la frustración.
Los padres deben estar dispuestos a someter al niño a una dosis aceptable de frustración así se logrará poner aquellos límites que son necesarios.
LIMITES NECESARIOS
¿A qué llamamos límites necesarios? A una seríe de límites que se le imponen al ser humano desde su nacimiento, necesarios en la estructuración de su identidad y de los cuales surgirá el sentimiento de que algo le falta y que lo impulsará a la búsqueda de su deseo … Si todo lo tiene y todo lo puede hacer, el niño no tiene la posibilidad de desear. … Esto pasa porque el deseo se estructura alrededor de una falta, es imposible desear lo que se tiene, algo debe faltar para poder desearlo. De ahí que podamos pensar en las implicancias que tienen para un niño una madre o padre que todo lo da, que todo lo permite.
Esto se ve muchisimo en la actualidad. Cuando los niños demandan , los padres tienen la necesidad de colmar esa demanda en la inmediatez , sin a veces comprender que cuando un niño demanda un iphone , una wii o el muñeco de stras Wars , la mayoria de las veces , en realidad , demanda otra cosa en ese pedido y que si los satisfacemos de inmediato , en realidad , lo que sucedera , es que la demanda se convertira rapidamente en nuevo pedido , iphone 6 c plus, que tampoco lograra contentarlos. Es ahí donde los padres suelen acusar a los niños de no contentarse con nada. Pero somos nosotros como padres , los responsables de dejar que tome forma ese deseo.
DIFERENCIA ENTRE LIMITE Y CASTIGO
El gran tema para los padres es qué hacer cuando el hijo transgrede. ¿Se limita? ¿Se castiga? Se podría hablar de hacerce cargo de las consecuencias de su accionar.
Así lo que debe quedar claro, es que los actos tienen consecuencias y cada uno tiene la libertad de elegir qué hacer. Este es el mayor aprendizaje que puede tener una persona y puede comenzar en las más tierna infancia . Un niño pequeño , por ejemplo deberá aprender que si ha roto un juguete , no lo tiene más, a menos que aprenda a repararlo ( bicicleta Gael SAidman) . No es bueno reponer lo roto como si nada hubiera pasado. Si es ya más grandecito y ha reprobado , que utilice sus horas libres para estudiar lo que no sabe. Decir todo que sí, es comodidad, y es tan negativo como el «no» excesivo. Es importante que el niño sepa que ante un «No» hay otro «SI» . De esta manera se ejercita la flexibilidad , tan importante para la inteligencia emocional de las personas. La frustración es necesaria. A partir de ella se buscan nuevos caminos, incentiva la creatividad. En la medida que el niño comprende que las consecuencias de sus actos las paga él, solo comienza a elegir. Pedirle a un niño que se autolimite es pedirle demasiado , y es lo que hacen quienes no ponen límites. Por eso muchos chicos los piden a gritos.
Una de las causas más comunes de desobediencia es la complicidad con uno de los mayores . A menudo nos encontramos con que uno de los progenitores funciona como quinta columna ( desaveniencias conyugales o algún abuelo/a). Por eso es importante asegurarse de que las leyes sean consensuadas por la pareja.
Cuando la pareja no está de acuerdo, lo primero que deben hacer es conversar sus diferencias. Probablemente ese desentendido encierre otro tipo de reclamos. Si solo se tratara de diferencias en los puntos de vista, tener en cuenta que es peor un doble mensaje que una norma inadecuada.
Otras veces la permisividad es producto de la comodidad o la impotencia. Poner limites , no es una tarea comoda y ni agradable. Es mucho mas comodo ser siempre el padre guay.
Es común que padres muy controladores, cuando se cansan de no poder manejar la situación, pasen al otro lado y se vuelvan demasiado permisivos.
Los límites son las normas que permiten lograr una buena convivencia, y el normal desarrollo del niño. Pero los niños tienen derecho a elegir sus actividades cotidianas, inclusive pueden elegir cumplir o no dichas normas. Control es no permitirle ejercer este derecho. El controlador no pone normas, dicta conductas. Los padres deben permitir que el niño ejerza su derecho a elegir porque de esta manera aprende a hacerse cargo de los resultados de sus acciones. No todo es posible, pero tampoco nada. No se puede pretender que el niño se ponga sus propios límites, porque implicaría demasiada exigencia para el menor. Cuando los padres le dictan las respuestas lo están haciendo dependiente. Se supone que toda educación tiende a lograr la autonomía del sujeto, esto significa que la persona es capaz de ponerse las propias normas y para ello nada mejor que ejercer el derecho a elegir y conocer el resultado de estas elecciones.
Los castigos son imposiciones arbitrarias que muchas veces no facilitan la incorporación de una norma. En ocasiones tienen como finalidad que el niño se sienta mal. Se asemejan más a una represalia que a un método destinado a enseñar algo. A veces son el producto de la impotencia de los adultos, reflejan su enojo y su descontrol. Por ejemplo … si le decimos a un niño que ha pegado a su hermano que no podrá salir a jugar, se está planteando un castigo arbitrario, que no guarda relación lógica con la acción realizada. Tendría más coherencia plantear … no le pegues a tu hermano porque sino no querrá jugar contigo … algo que se desprende lógicamente de su acción.
Lo importante sería poder distinguir lo que significa ejercer la autoridad y el autoritarismo. Cuando se le dice al niño “si haces esto o aquello no te voy a querer más” o “si no te portas bien, te quedarás solo” se intenta controlar al niño mediante el temor. Al acentuar sus miedos se lo obliga al sometimiento. Toda figura que representa la autoridad tiene la capacidad de proteger pero también de excluir. Así los adultos pueden hacer un buen uso de su autoridad o bien, abusar de la vulnerabilidad del niño. Con los métodos cohercitivos se obtiene la obediencia absoluta, por lo que es necesario que los adultos renuncien al poder que tienen de someter al niño a su voluntad.
Cuando un niño actúa por temor al abandono o a la exclusión no internaliza normas, no hace propio un orden ¿Qué pasa entonces cuando la autoridad está ausente?
Una actitud autoritaria tiene como objetivo la obediencia y transmite al niño el modelo de una relación de sometimiento de unos por otros. Así el niño aprende a obedecer más que a pensar. Se obstaculiza el desarrollo de la autonomía porque el control de sus acciones se regula externamente.
La propuesta es la de enseñar al niño a tomar decisiones adecuadas sobre sus propias acciones.
Es necesario tener en cuenta que el niño puede renunciar a sus deseos hasta cierto punto. Los métodos coercitivos que imponen renuncias precoces y conducen al niño a controlar excesivamente sus impuslos no están desprovistos de riesgos. Los esfuerzos que ha de realizar el niño para lograr el autocontrol y postergar sus deseos a menudo requerirá de mucha energía. Así podrá inhibir sus acciones pero a costa de sacrificar su propia espontaneidad.
Muchos niños sometidos a castigos y amenazas a su integridad física adoptan frente al mundo una actitud de obediencia y pasividad. A veces aquellos niños que se adaptan sin protesta alguna a pautas rígidas, que no desafían ni transgreden han renunciado prematuramente a sus propios deseos. Y una renuncia precoz puede afectar el desarrollo de la identidad. Asimismo otros niños responden al autoritarismo con la rebeldía, como consecuencia a la renuncia temprana aparece la agresión. Agresión como contracara del sometimiento. El niño tal vez ha tomado la decisión de no aceptar ninguna pauta establecida, ante un entorno hostil responde con hostilidad.
Los castigos físicos son una forma extrema de educación autoritaria, son producto de la impotencia de los adultos cuando comprueban que la palabra no resulta efectiva. Aunque la mayor parte de los padres afirman que pegan al niño como última instancia, cuando ya no encuentran otra forma de restringir su conducta, lo que los lleva a sentir culpa y remordimiento por haber utilizado la fuerza.
¿Qué aprenden los niños sometidos a métodos punitivos como las amenazas, castigos, restricciones físicas, etc? Métodos inapropiados de enfrentar la frustración.
Aquí se podría plantear el tema de las propias limitaciones como padres, a veces es difícil liberarse de la tendencia a repetir lo que los propios padres hicieron. También puede ocurrir que se adopte una actitud exactamente contraria. Esto es, que aquellos padres que fueron tratados con extremo rigor decidan conducirse con actitud opuesta: quieren complacer en todo a sus hijos y tengan dificultades para poner límites.
Otra de las cuestiones del castigo físico es que alivia el sentimiento de culpa. Esto significa que el niño, al transgredir una norma siente culpa y no sabe cómo manejar este sentimiento, con el castigo se siente aliviado. Uno de los caminos sería enseñarle a manejar sus sentimientos de otro modo. Por ejemplo mostrarle cómo reparar el daño cometido o poner en palabras sus sentimientos.
Pegar al niño es un recurso vinculado a la impotencia. Aparece ante la dificultad de marcar un límite a tiempo, a través de la palabra. Los castigos arbitrarios no enseñan, salvo a considerar el golpe como una forma aceptable de resolución de problemas.
LOS ERRORES MÁS COMUNES
Los adultos tenemos que enfrentar problemas cotidianos que muchas veces, hemos contribuido a crear
- Amenazas incumplidas.
Muchas veces se amenaza al niño con castigos arbitrarios que es sabido no se podrán cumplir. Déja de golpear la mesa con la taza o no te voy a servir el colacao. La madre sabe que no lo privará a su hijo de alimento. Esta formulación pareciera que ofrece al niño la posibilidad de hacer una elección cuando en realidad en este caso no debería tener oportunidad para decidir. El mensaje correcto sería: no se golpean las tazas.
Ofrecer opciones o plantear consecuencias que no podrán ser cumplidas es como comenzar a andar por un camino sin salida. Cuando un niño tiene la impresión de que puede continuar con su acción toda vez que acepte las consecuencias, no se le está poniendo un verdadero límite.
Otra forma de plantear el límite con advertencias que no se pueden llevar a cabo es cuando se establecen efectos para siempre. “Si vuelves a dejar tus juguetes tirados no podrás jugar nunca más con ellos”
No es posible establecer consecuencias a largo plazo. Mucho mejor es establecer los efectos inmediatos. Cuando los padres se habitúan a plantear amenazas que no podrán cumplir, los niños lo perciben y la palabra pierde credibilidad. Los niños necesitan la palabra ordenadora de los adultos y necesitan confiar en ella. Así perciben que aquello que el padre dice, dista mucho de lo que hace. Luego aprenden que el adulto no tiene intenciones de cumplir con sus advertencias; entonces no producen ningún efecto.
- Comparar y fomentar la competencia
A menudo los padres creen que una forma de motivar a los niños para esforzarse es mostrarles y ponderar los logros de otros. En estos casos los adultos se olvidan de que cada uno es un ser único y que progresa de acuerdo a su ritmo. - Ofrecer recompensas
Las recompensas condicionan a los niños a tomar decisiones para obtener algo a cambio. Por otra parte se los estimula a especular con los premios a tal punto que ellos mismos comienzan a demandar una recompensa simplemente por hacerlo que se espera de ellos.
El niño aprenderá verdaderamente a conducirse de acuerdo a las pautas establecidas cuando comprenda el sentido de las mismas y sea capaz de ejercer control sobre sus actos. Las recompensas y los premios ejercen una presión externa y producen efectos transitorios y a corto plazo.
PARA TENER EN CUENTA
- los límites no se negocian
- ser firme y claro
- no arrepentirse
- no amenazar con algo que no se cumple
- aceptar que el niño esté en desacuerdo
- no tratar de convencerlo, hacer cumplir la regla
- enfrentarlo con las consecuencias de sus actos
¿Por qué las normas y los límites son necesarios?
Aunque suponen un mayor gasto energético, pues se ha de vigilar su cumplimiento, marcar límites a los niños se hace necesario, ya que:
- dan seguridad y protección
- si el niño es más fuerte que los padres, no se podrá sentir protegido por ellos.
- permite predecir la reacción de los padres ante determinadas situaciones y comportamientos.
- ayudan al niño a tener claros determinados criterios sobre las cosas. Son una referencia.
- enseñan al niño a saber renunciar a sus deseos, y ello le prepara para situaciones similares que la vida le deparará.
ACEPTAR LAS PROPIAS LIMITACIONES
Al poner un límite, el adulto se priva de ser aquella persona ideal, todopoderosa, que no frustra. Poner límites es aceptar las propias limitaciones. Educar y mostrar un camino implica que habrá momentos para conceder y otros para resistir a las demandas infantiles. Si nos proponemos acompañar adecuadamente el crecimiento tendremos que aceptar que en más de una oportunidad nos veremos obligados a negarle al niño la satisfacción a sus demandas. Como padres se deberá asumir que no siempre se ejercerá el papel de buenos para el niño. Por ello debemos privarnos de ocupar ese lugar de ideal, lo cual implica una renuncia a los propios deseos de ser siempre los buenos.
El modelo que cada adulto adopta para poner límites es el resultado de una historia que marca a cada sujeto y que muchas veces se intenta superar. Cada uno compite con sus modelos parentales, tratando de ser mejor padre o madre que los que tuvo y al mismo tiempo repite modelos porque los lleva internalizados.
La posibilidad de reflexionar acerca de los modelos parentales, en lugar de competir con ellos, permite iniciar un proceso de resignificación y cambio. Esto implicará por un lado, rescatar los aspectos positivos y por el otro, asignar nuevos significados a las formas de poner límites.
Debemos recordar que todos fuimos niños y que la forma en que nuestros padres nos educaron sobrevive en nosotros, quizá incluso como recuerdo consciente y no resulta fácil liberarse de la tendencia a repetir exactamente lo que nuestros padres hicieron o (si ellos adoptaron una actitud extrema) a hacer precisamente lo contrario.